La Partición de África de 1885, un pacto entre caballeros, representó un antes y después en la manera de entender el imperialismo y el colonialismo. África es, para su desgracia, una tierra rica en todo tipo de recursos, demasiado golosos para la insaciable avaricia occidental. Mediante la fuerza, la represión y el adoctrinamiento, este violento expolio sigue tan vigente hoy en día como en el siglo XIX, más si cabe debido a la fuerza con la que el neocolonialismo (liberalismo económico) y el neoimperialismo (globalización) han calado en el continente africano, dejado a menudo en manos de gobiernos-marioneta sin escrúpulos puestos a golpe de pucherazo o de fusil, y con la aparición de nuevos actores (China, India, Brasil) que reclaman su parte del pastel.
Nigeria, el país más poblado de África, es un gran ejemplo en menor escala de la conquista, colonización y explotación africana. En este contexto, siempre con un trasfondo de golpes de estado y guerras, orquestadas desde occidente y vendidas en los medio de comunicación como luchas étnicas o tribales, se esconden los enfrentamientos entre las potencias económicas por el control de los recursos. La literatura nigeriana refleja esta situación a través de importantes autores como Chinua Achebe o Chimamanda Adichie, en cuyas obras podemos ver cómo los occidentales se ven representados de diversas maneras, desde la vertiente más cruel de los exploradores, al sentimiento de culpabilidad "blanca", pasando por la condescendencia de los misioneros.
Entender cómo nos ven, con otros ojos, debe servir al lector para descubrir un poco más la historia reciente de la humanidad y reflexionar sobre el papel que tenemos en ella.