Ya ha pasado
el paro general de 24 horas del 14N. Entendemos que es hora de hacer algunas valoraciones que, desde un
principio, renuncien a entrar en los debates inanes marcados desde arriba, debates
dictados por los opinadores del
poder. Al margen del éxito o fracaso del paro de 24 horas, y de lo que la gente
entiende por una u otra cosa, la huelga
ya ha conseguido lo que pocas veces se consigue: desplazar las conversaciones
hacia el territorio de lo común, de lo que nos importa a todos y todas,
hacia el territorio de lo que nos afecta a los de abajo. En ese sentido, la
primera victoria se halla en que el
guión, al menos por esta vez, lo
hemos escrito nosotros y nosotras.
Es verdad que la huelga del 14N ha sido algo menos
secundada que la del 29 de marzo. Sin duda alguna, el temor a represalias,
las estrecheces de la mayoría de familias, las críticas de la extrema-derecha a
las organizaciones sindicales y el discurso neofascista de que tenemos que
remar todos juntos para salir de esta, han paralizado a mucha gente. Sin
embargo, y ya nos centramos en Jaén, hay
otros factores que debemos tomar en cuenta a la hora de hacer balance. En
ese sentido, nuestro análisis no pretende hacer un mapeo objetivo, centrado en
las cifras o los balances de cuentas, ni siquiera utilizaremos el índice de
consumo eléctrico… Dejaremos todos esos datos para los ministerios y las
portavocías del poder.
Curiosamente,
el discurso antisindical, que en realidad pretende la desmovilización absoluta
de la clase y los de abajo, está teniendo un efecto positivo que, sumado al deterioro de la situación y a la impotencia
estratégica del ciudadanismo, están teniendo como contrapartida la
incipiente autoorganización de buena
parte de los sectores más afectados por la crisis y el paulatino fortalecimiento de las organizaciones obreras al margen del
eje institucional formado por CC.OO. y UGT.
Sin duda
alguna, ese fortalecimiento no tiene
tanto que ver con la mayor capacidad de incidencia mediática de sus protestas y
ni siquiera con la mayor capacidad movilizatoria de sus bases, sino con la apuesta por recomponer las luchas sociales,
sindicales y de autodefensa desde los niveles más bajos: empresa, barrio,
ciudad. Así, mientras CC.OO. y UGT, más las organizaciones socialdemócratas
de carácter político, continúan viviendo por y para lo institucional, dándole
la espalda a las luchas a pie de calle, sindicatos
como el SAT o CNT están sabiendo interpretar la gravedad de la situación que
hoy nos acontece, brindando la oportunidad
para que nuevos y viejos militantes de los movimientos sociales retomen la lucha social desde los ámbitos donde las
alternativas transformadoras hacen más evidentes sus logros y donde son más
necesarias que nunca.
Ese alejamiento de la realidad de los de
abajo que comparten las organizaciones de la derecha y la izquierda neoliberal,
se traduce de manera efectiva en un desplazamiento de buena parte de las bases
tradicionales de estas organizaciones de tradición obrera hacia otras organizaciones caracterizadas por 1) mayor democracia interna, 2) mayor independencia con respecto al aparato
de cooptación institucional, 3) mayor
capacidad de intervención política, y 4) mayor espectro intergeneracional.
Este
desplazamiento ha sido visible en buena parte de las ciudades de la geografía
del Estado español durante el pasado 14N. Tanto
los piquetes, como las manifestaciones y acciones organizadas por los
sindicatos y asambleas obreras a la izquierda de CC.OO. y UGT han visto
multiplicada su asistencia, algo que en
el caso de Jaén se ha hecho más que evidente, ya no solo con los piquetes
de CNT y SAT que operaron durante todo el día, sino por el desbordamiento de la manifestación convocada por CGT, SAT y CUO (apoyada
por CNT y la Asamblea Independiente de Estudiantes de Jaén), que fue secundada por unas 2000 personas y que
sirvió de colofón a una jornada de
movilización donde, le pese a quien le pese, el nivel de combatividad,
unidad y acierto en la estrategia de intervención, permitió que cientos de militantes -jóvenes y
viejos, expertos e inexpertos- hicieran
llegar su mensaje de que la única manera de acabar con la crisis y con los
estragos de la misma es ir a la raíz, es decir, tumbar el capitalismo y levantar un nuevo sistema.